viernes, 14 de agosto de 2009

El amigo del Che

Caminábamos displicentes por la extensa avenida de aquel oasis capitalista del comunismo; caminábamos buscando lo que no terminaríamos de encontrar nunca: Conseguir una conexión de internet en Cuba es un fenómeno tan esquivo como el hielo que deslumbrará al Coronel Aureliano Buendía en Macondo, aún en Varadero; el resquicio menos cubano de toda la isla. Estábamos entonces vagando como turistas, observando los glúteos fornidos de las mujeres de ébano, las blondas germánicas extraviadas en el paraíso y las palmeras deshojadas que semejaban porros erectos, cuando una voz simpática nos devuelve a la realidad .
El hombre dueño del saludo- un morocho gordito y cabezón entrado en años que vigilaba un sitio que no terminamos de entender bien que era-sonríe amigablemente cuando le decimos que somos argentinos. Entonces nos cuenta que combatió bajo las órdenes del Che. Se emociona cuando habla de los valores y virtudes del gran comandante. A Juanjo y a mí se nos infla el pecho de orgullo. Nos tiene fascinados con el relato de su pasado revolucionario, aquellos días gloriosos en que él y Guevara y el pueblo liberaron a la isla de la opresión yanqui. De pronto interrumpe la narración de la gesta revolucionaria para hablar de cuestiones más mundanas: mujeres. Le confesamos que nuestra estadía hasta el momento no ha sido exitosa en ese rubro. No tardará entonces el camarada en ofrecernos la compañía de dos “amigas”, aclara que no son prostitutas; simplemente tienen sexo a cambio de dinero.
Nos mostramos agradecidos por el ofrecimiento, pero le decimos al otrora revolucionario que somos tres (no sabemos si la respuesta responde a un intento por rechazar una oferta que atentaba contra nuestra integridad moral o bien a un repentino espíritu comunista que nos llevó a pensar en las necesidades del compañero ausente). El personaje no demora en agarrar el teléfono y solucionar el dilema: las amigas ahora son tres y estarán esperándonos en ese lugar en dos horas. Nos despide efusivamente y nos recuerda el horario de la cita.
Volvemos al hotel comentando la peripecia entre risas. Mientras camino por ese edén artificial no puedo dejar de pensar si el fiolo revolucionario representa al “hombre nuevo” que imaginó el Che. No termino de entender qué es lo que queda de aquella revolución que derrocó a un dictador para evitar que la isla fuera un prostíbulo capitalista. Quizás el amigo del Che se pregunte lo mismo, quizás ya no le importe. En ese momento recuerdo aquel discurso de Fidel donde sentencia: “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada” ¿será entonces que hay cafishos comunistas y revolucionarios? De pronto tengo la convicción de que Rivera tenía razón: la revolución es un sueño eterno. Tres cuadras después lo único que pienso es qué tal estarán las morenas del amigo del Che.

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