lunes, 26 de octubre de 2009

La senda del perdedor



El rumor barrial manifiesta que al hijo amanerado de Don “Rolo” Díaz le dicen “día lunes” porque es el más puto de los Díaz. Más allá del cuestionable ingenio de la ya gastada ocurrencia y de las preferencias sexuales del popular púber, el chascarrillo no está exento de certeza metafísica: El lunes es el peor día para empezar la semana. Si las semanas comenzaran por los martes o, mejor, miércoles, el mundo quizás sería un lugar mejor. Sin embargo, tan fastidiosa como inexorable, esa realidad se repite cíclicamente y no queda otra que ponerle el pecho a la situación y buscar placebos paliativos para soportar estoicamente esas fatídicas veinticuatro horas.
Uno de los recursos para vencer el síndrome de los lunes es la caminata céntrica y la visita a la librería, lugar donde ese extravagante placer intelectualoide que genera la literatura se conjuga con la lasciva presencia de la vendedora rubia y mocha. Más cortazariana que borgeana y más tarantinesca que almodovaresca, la dulce guardiana del templo del saber exhibe una belleza dotada de matices infernales (tiene esa mirada mefistofélica de Christabella, la hija del propio Satanás en el film El abogado del diablo). Ella es a quien encargo las obras que los moralistas de las letras califican de cuasi pornográficas; libros difíciles de encontrar y que siempre tienen que traer de alguna otra parte, lo cual me sirve como escusa para verla de nuevo semanas después. Tal vez no me equivoque si digo que he llegado a observarla con la misma devoción con que leo los relatos de Charles Bukowski. Esa mañana el libro me esperaba; la rubia naturalmente no. Un papel con mi nombre colocado debajo del título: "La senda del perdedor” me convertía en el poseedor de la novela que bien podría devenir en biografía.
Terminaba de contar el dinero para pagar el libro y dirigirle una última y libidinosa mirada a la blonda ensortijada (observación que me llevaría a corroborar que la exuberancia no es cualidad exclusiva de la bailarinas bailanteras), cuando recibo un mensaje de texto con una aciaga sentencia: la tengo más adentro que Toti Pasman. El Tano me estaba informando que me sacó veinte puntos en el Gran Dt y ahora sólo me queda chuparla y abonar los veinte pesos que le debo, tras dos fechas de derrotas. Revés que se sumaba al dinero dilapidado en una mala performance en el poker del domingo y a un par de apuestas abortadas con el pálido empate del clásico. Pagué el libro y asumí mi condición de derrotado. Christabella se había perdido de mi vista.
Tan irrefutable como el hecho de que el hijo de Don “Rolo” se la come es la certeza de que pasará otra semana y llegará otro puto lunes. Pagaré mis deudas de juego y renovaré las apuestas a la espera de una efímera racha ganadora que tal vez nunca llegue. Llenaré mis momentos de ocio creativo con la lectura de la nueva novela, mientras algún infame lector de novelas policiales (si es que lee) se hundirá frenético en las carnes blanquecinas de la vendedora rubia y mocha.

3 comentarios:

  1. Muy bueno, compadre. ¿De qué librería estás hablando?

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  2. Como reza la leyenda: Tendrìa que matarte si te lo digo. Un abrazo

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  3. Excelente libro... no es normal que alguien diga que lee a Bukowski... te tildan de enfermito. yo tengo todos.

    Quedate tranquilo, si bien no pateo para donde patea el hijo de "Rolo", me gustan las morochas, así que no voy a pasar por tu librería.

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