“Lo que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender”, con esa frase remata Jorge Luis Borges un poema en el que intenta reflejar lo sucedido en la guerra de Malvinas. Esa sola expresión pone en evidencia el fracaso del escritor para conjurar por medio de la palabra lo irracional de lo real.
Hace unos años yo emprendía la misma faena en la que entonces ese tal Borges resultara derrotado: tratar de explicar Malvinas. Al revisar los vertiginosos sucesos de aquellos días de 1982 descubrí que los documentos históricos no hacían otra cosa que reproducir el sinsentido de esa guerra; que no era ahí donde encontraría las respuestas que buscaba. Fue entonces que me decidí a indagar lo real desde la ficción.
Fue casi por azar que conocí la novela Las Islas de Carlos Gamerro, un autor que emergía en el ámbito de la literatura nacional con una obra de alrededor de 600 páginas. Fue esa novela la que me demostró que la ficción era capaz de llenar esos vacíos que deja la realidad, de hacer comprensible lo irracional, lo absurdo. A continuación transcribo un pasaje del texto que me parece particularmente significativo, se trata de un dialogo de Felipe Félix, el personaje principal, un ex combatiente de Malvinas:
(…) Dejamos un espacio preciso cuando nos fuimos, pero allá cambiamos de forma, y al volver ya no encajábamos, por más vueltas que nos dieran, en el rompecabezas; volvimos diez mil iluminados, locos, profetas malditos, y ahí andamos, sueltos por las cuatro puntas del país, hablando un idioma que nadie entiende, haciendo como que trabajamos, jugamos al fútbol, cogemos pero nunca del todo, en algún lugar siempre sabiendo que algo nuestro valioso e indefinible quedó enterrado allá. En sueños, al menos, todos volvemos a buscarlo. ¿Entendés? No es el criminal el que vuelve al lugar del crimen. Es la víctima, bajo la tiránica esperanza de cambiar ese resultado injusto que la dañó. Andá a preguntále a los ingleses. ¿Cuántos te crees que quieren volver? Somos nosotros, los perdedores, los triturados, los que gritamos volveremos volveremos cada vez que hay alguien que quiera escuchar. ¿Qué puede interesarle la revancha al ganador? El infierno nos marcó de tal manera que creemos que volviendo lo haremos paraíso, y a la noche nos despertamos llamando papá a los demonios que nos clavan arpones riendo. ¿Sabés por qué todavía, diez años después, seguimos disfrazándonos de esta manera, reuniéndonos para organizar expediciones imposibles, reconstruyendo hasta el segundo cada uno de aquellos días que lo mejor sería olvidar? Estamos infectados, entendés, las llevamos en la sangre y nos morimos de a poco, como los chagásicos. ¿No las viste, que son iguales a pólipos? Cada año que pasa, se extienden un poco más, como esas manchas en la pared. Trauma de guerra, trauma de guerra, no es tan fácil. Estamos enamorados hasta la médula, y las odiamos. Fetichistas, adoramos una foto, una silueta, una bota vieja. No es verdad que hubo sobrevivientes. En el corazón de cada uno hay dos pedazos arrancados, y cada mordisco tiene la forma exacta de las islas. Tratamos de llenarlos con las cosas de acá, pero es como taparlos con estopa. ¿Sabés cuántos de nosotros nos suicidamos por ese amor?
jueves, 2 de abril de 2009
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Hay un proverbio que emplea Galeano y que, en lo particular, me parece por demás elocuente:
ResponderEliminar"Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador".
Creo que en ese sentido, la literatura hace las veces de león historiador y nos permite abordar (y comprender) el complejo entramado de la realidad.
Gracias mil por acercarme a Gamerro. Y a movilizar esa investigación, que es un laburo digno e importante y merece ser difundido. Besos!
muy bueno lo q publicaste, voy a conseguir el libro
ResponderEliminarbesos
Muy bueno, compadre. Voy a buscar ese libro.
ResponderEliminar"Las secuelas de la guerra fueron y son tremendas. Son muy pocos los que no tuvieron problemas psicológicos. Yo, por ejemplo, tuve ataques de pánico, y en estos momentos estoy en tratamiento. Muchas veces no podemos dormir. También se sufren ataques de frío. Cada uno padece sus afecciones. Hay muchos trastornos de ansiedad. Hay muchísimos problemas de alcoholismo. Algunos murieron de cáncer; y muchos otros, se suicidaron. Todo, todo es producto de la guerra". Esto dijo Rodolfo Bazán, ex combatiente a quien entrevisté hace dos años para La Gaceta.
ResponderEliminarFernando Bernardo, otro ex combatiente, contó: "los oficiales eran terribles. Nos estaqueaban. A mí, por ejemplo, me hicieron sentir menos que un perro. Yo les discutía y les decía que el perro era un animal, y el oficial me decía: ‘¡no, vos no sos nada! ¿Entendés?’".
A otro de los tucumanos que estuvieron en Malvinas, Víctor Manuel Herrera, le tocó, siendo civil, ir a sepultar a sus camaradas.
Me quedo con el "no es verdad que hubo sobrevivientes".
Vero: En realidad el que debo estar agredecido soy yo, después de todo el libro (que entonces era una figurita más que difícil) llegó a mi manos gracias a usted.
ResponderEliminarIvy, Manuel: En general no soy de hacer recomendaciones, pero cuando se trata se literatura a veces me permito esa libertad. Después de todo creo que un poco se al respecto. En este caso, yo creo que es una de las mejores novelas que leí en mucho tiempo.
Cumpa: Coincido con usted, yo también me quedo con "no es verdad que hubo sobrevivientes", de hecho, lo elegí como epigrafe de mi tesis. Están muy buenos los testimonios. Yo creo que hay que terminar con eso de que los combatientes son los pobres pibes que mandó al muere la dictadura. La mayoría de los suicidios se produjeron en democracia, de alguna manera nosotros también somos responsables de todos esos "suicidados por la sociedad"- como diría Artaud-
Estremecedor, culiao. Me parece muy bueno tu compromiso. Es más, me sorprende, porque no tiene prostitución ni drogas. Pero dice mucho sobre vos. Un abrazo
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